Publicada en Publimetro Colombia

– Octubre 6 de 2015 –

El 2 de octubre realizamos la segunda versión de “Calidoso” para perros y gatos de habitantes de calle, en las inmediaciones del “Bronx” de Bogotá. 110 animales fueron esterilizados y otros tantos desparasitados y vacunados. Todos regresaron a sus vidas combativas con menos pulgas y tierra en las orejas, los ojos despejados y las llagas desinfectadas. Imposible sanar con una sola aplicación de ungüento las heridas de años de vida en calle, pero un poco de alivio y ayuda en los procesos de cicatrización, sin duda se les brindó.

Experiencias como esta siempre serán dulces y amargas. El dulce lo aporta la humanidad de quienes, pese a haber sufrido los más tenaces embates de la vida, quizás por elección propia, aman a sus animales y se aferran a su abrazo cada noche en medio de demonios, fantasmas y los horrores de la droga y el miedo.

El amargo, el saber que hay cientos de animales habitando en esas calles, expuestos a toda clase de abusos y violencia por parte de quienes ya no tienen, en esta vida, nada bueno para dar. También, del saber que a veces el amor se torna en miedo y son los animales presa fácil de la locura; o de la realidad de que el día que no haya nada para calmar el hambre, los animales serán, muchas veces, quienes estoicamente deban aguantar.

“Calidoso” –nombre en honor al habitante de calle que en enero de 2012 fue incinerado vivo junto a sus gatos y perros en Bogotá– es una de esas experiencias que debería replicarse en todas las ciudades del país, mientras la vida humana en las calles sea una realidad y los perros y gatos los mejores amigos del hombre. Lejos de concebirse como mero asistencialismo, esta propuesta debería hacer parte de una política pública capaz de materializar una lectura compleja del fenómeno de la vida en calle, con triple vocación:

La primera, de seguridad y bienestar para los animales por medio de vacunación, desparasitación, atención veterinaria de calidad y garantía de acceso, permanencia y alimentación en los albergues de acogida donde las personas reciben cuidados, oportunidades, comida caliente, cariño y buen trato.

La segunda, de tenencia reglamentada garantizando la esterilización y castración de todos los animales, para controlar humanitariamente la población (que no sean más de los que ya son), disminuir los riesgos de explotación de hembras y brindarle a los animales más seguridad, calidad de vida y bienestar.

La tercera, de rescate y decomisos para tomar en custodia y poner a salvo animales que estén siendo violentados, abusados o maltratados de cualquier forma, como hoy se hace con los niños en defensa de su interés superior. Con el perdón de los humanistas, para ser humana, los animales merecen las mismas consideraciones, en virtud de su indefensión.

“Calidoso” es una de esas experiencias en las que se palpa la “comunidad de destino” que compartimos con los animales; unos y otros, expuestos a las vicisitudes de la vida. En cualquier caso, los animales deberían ser sujetos de protección, mientras para las personas se despliegan acciones que, aún en la templanza, respeten su dignidad.