Publicado en Publimetro Colombia

– Noviembre 3 de 2015 –

Detesto ir al médico. Las pocas veces que he ido, por controles anuales de rigor, he salido enferma, con órdenes de exámenes innecesarios o atiborrada de medicamentos listados en fórmulas extensas. Algunos han intentado persuadirme de suspender la dieta vegana, so pena de dictar sentencia de muerte por “falta de proteína animal”. Suelen mandarme a subir de peso y preguntan si me fatigo, vivo con sueño o se me cae el pelo, para detectar falta de hierro y algún mal poderme diagnosticar.

Mi aversión por la medicina tradicional ha aumentado, sin embargo, desde que algunos médicos adquirieron la mala costumbre de ordenarles a las mujeres embarazadas abandonar a sus gatos porque, según ellos, son la principal fuente de contagio de la toxoplasmosis. Una infección que, en su mundo de terror, enfermedades y muertes inminentes, es inherente a los gatos y constituye la peor amenaza para la salud y la felicidad.

La toxoplasmosis es una infección causada por el parásito Toxoplasma gondii, cuya transmisión puede deberse a transfusiones de sangre o trasplante de órganos, ingesta de tierra contaminada, consumo de carne cruda o mal cocida o, efectivamente, contacto directo con excrementos de gato. Pero para que un gato y usted adquieran el parásito por via excremental, tendría que ocurrir una cadena de infortunios e improbabilidades que más cerca la ponen de sacarse el baloto.

Primero, el gato tendría que haber ingerido carne contaminada; por ejemplo, a través de un ratón que, a su vez, tuviera el parásito. Segundo, usted tendría que manipular el popo del gato directamente con su mano, sin protección, y llevárselo a la boca (contagio orofecal) que, supongo, está lejos de sus hábitos o gustos culinarios. Tercero, esto tendría que suceder entre las 24 y 48 horas que se requieren para que las heces sean infecciosas. Y cuarto, en la única vez en la vida que el gato tiene la posibilidad de tener activo el toxoplasma.

Para decirlo claramente, más riesgo de adquirir toxoplasmosis tiene una mujer que come carne, que una loca de los gatos como yo.

Creo que, lejos de odio por los gatos o aversión a la felicidad, lo que hay en muchos médicos es desinformación y falta de curiosidad investigativa. Lo inaceptable es que ahora, además de luchar contra el maltrato, tengamos que hacerle frente al abandono de gatos por causa del terrorismo médico y la irresponsabilidad de quienes un día juraron actuar con ética. No hay ninguna justificación para que recibir una nueva vida conlleve acabar con otra.

El único riesgo de convivir con un gato durante el embarazo es disfrutar del amor y los ronroneos terapeúticos de un ser excepcional. En cambio, abandonarlo o verse en la encurcijada de hacerlo, por amenaza médica o presión familiar, sólo bajará las defensas de la madre y ensombrecerá el disfrute de una etapa de la vida que, ya de por sí, es mezcla de alegrías e incertidumbres.

Conserve a su gato mientras se gesta su hijo, sin temor alguno. Y si le es posible, cambie de médico. Busque uno que le infunda confianza, le brinde información veraz y respete su opción por una familia multiespecie.